¡Qué bien sienten mis suspiros! – Anónimo (s. XVII)

1. ¡Qué bien sienten mis suspiros
la grandeza de mis males,
pues da aviso a mis oídos
y al alma que no se tarde!

¡Oh, qué bien, pesares,
con los ojos de Anarda
me dais combates!
No me deis más penas,
por Dios, dejadme,
que sus celos me bastan
para matarme.

Qué bien conocen la causa,
pero qué mal que me hacen,
pues me tienen tan rendido
y no quieren que descanse.

3. Sin duda que se han juntado,
solamente por vengarse,
con los rigores de Anarda
que pretenden anegarme.

4. Dadme una hora de gusto,
pues queréis que tanto pase
de tormentos y fatigas,
para que puedan llevarse.

5. Ya no me siento con fuerzas,
porque tormentos tan grandes,
tanto tiempo de rigores,
en un corazón no caben.

6. ¡Oh!, nunca hubiera Belinda
llegado, amorosa, a hablarme,
o yo perdiera la vida
antes que ella lo intentase.

7. Viome Anarda, ¡qué desdicha!,
y, desde ese mismo instante,
lo cariñoso fue sierpe
y lo amoroso fue un áspid.

8. Por más que mi culpa lloro,
no hay remedio asegurarse,
y, mientras más la enamoro,
me hace mayores desaires.

¡Oh, qué bien, pesares…